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04-La Doctrina del ReinoProfundizar en lo basico
"Prediquen los primeros principios del Evangelio; predíquenlos una y otra vez: encontrarán que día tras día se les revelarán nuevos conceptos y luz adicional. Ustedes podrán estudiarlos más a fondo a fin de comprenderlos claramente, y entonces podrán impartirlos de tal manera que sean más claros para las personas a las que enseñen" (Hyrum Smith, "History of the Church", tomo VI, pág. 323). Cita de EzineSUD La restauración de todas las cosas
Presidente James E. Faust
Segundo Consejero de la Primera Presidencia Creemos que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es una restauración de la Iglesia original que estableció Jesucristo.
"La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tiene muchas creencias en común con otras iglesias cristianas, pero también tenemos diferencias, y son esas diferencias las que explican por qué enviamos misioneros a otros cristianos, por qué edificamos templos, además de las capillas, y por qué nuestras creencias nos brindan tanta felicidad y fortaleza para hacer frente a las dificultades de la vida y de la muerte"2. Hoy deseo testificar de la plenitud del Evangelio restaurado de Jesucristo, la cual contribuye de manera positiva a las creencias religiosas de otras denominaciones, sean cristianas o no. Originalmente, esa plenitud fue establecida por el Salvador durante Su ministerio terrenal, pero entonces se produjo un alejamiento. Algunos de los primeros apóstoles sabían que se produciría una apostasía antes de la segunda venida del Señor Jesucristo. De hecho, Pablo escribió a los tesalonicenses al respecto: "Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía"3. Durante la apostasía se perdieron las llaves del sacerdocio, y algunas de las preciadas doctrinas de la Iglesia que organizó el Salvador fueron alteradas, entre las que destacan el bautismo por inmersión4; la recepción del Espíritu Santo mediante la imposición de manos5; la naturaleza de la Trinidad, respecto a que son tres Personajes diferentes6; que toda la humanidad resucitará merced a la Expiación de Cristo,"así… justos como… injustos7; la revelación continua, en cuanto a que los cielos no están cerrados8; y la obra del templo tanto por los vivos como por los muertos9. El período siguiente se llegó a conocer como el Oscurantismo. Dicho alejamiento de la verdad fue predicho por el apóstol Pedro cuando declaró que "es necesario que el cielo reciba [a Jesucristo] hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo"10. La restitución sólo sería necesaria si se hubieran perdido esas cosas preciadas. Durante los siglos siguientes, hombres religiosos admitieron que se había producido un alejamiento o una apostasía gradual de la Iglesia que organizó Jesucristo. Algunos de esos hombres padecieron enormemente por sus creencias durante la etapa que se denominó la Reforma, un movimiento del siglo XVI que tenía por objeto reformar el cristianismo occidental, lo cual desembocó en la separación de las iglesias protestantes de la corriente principal del cristianismo. Entre aquellos reformadores estaba el reverendo John Lathrop, vicario de la Iglesia de Egerton en Kent, Inglaterra. Dicho sea de paso, el profeta José Smith es descendiente de John Lathrop. En 1623, este hombre dimitió de su cargo porque cuestionaba la autoridad de la Iglesia Anglicana para actuar en el nombre de Dios. Al leer la Biblia, se dio cuenta de que las llaves apostólicas no estaban en la tierra. En 1632 se convirtió en ministro religioso de una iglesia independiente e ilegal y fue encarcelado. Su esposa falleció mientras él estaba en la cárcel y sus hijos, huérfanos, suplicaron al obispo que lo liberara. Éste accedió a su liberación a cambio de que Lathrop dejara el país, lo cual hizo, y con 32 miembros de su congregación se embarcó con destino a los Estados Unidos11. Roger Williams, pastor del siglo XVII que fundó Rhode Island, se negó a seguir como pastor religioso en Providence alegando que no había "ninguna iglesia de Cristo debidamente constituida sobre la tierra, ni persona alguna autorizada para administrar ninguna de las ordenanzas de la Iglesia, ni las [podía] haber hasta que [fuesen] enviados nuevos apóstoles por el gran Director de la Iglesia, cuya venida yo busco"12. Ésos son tan sólo dos eruditos religiosos que reconocieron la existencia de una apostasía de la Iglesia organizada por Jesucristo y la necesidad de restaurar las llaves del sacerdocio, las cuales se habían perdido. El apóstol Juan vio en una visión la época cuando "[volaría] por en medio del cielo… otro ángel, que [tendría] el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo"13. Esta profecía se ha cumplido. Dado que nosotros creemos que el Evangelio de Jesucristo ha sido restaurado en su plenitud por el profeta José Smith en nuestros días, deseamos dar a todos la oportunidad de conocer y aceptar este mensaje. En la Iglesia restaurada contamos ahora con apóstoles, profetas, pastores, maestros y evangelistas, los cuales Pablo mencionó al dirigirse a los efesios14. El Salvador estableció esos oficios del sacerdocio cuando organizó Su Iglesia en el meridiano de los tiempos. Reconocemos los dos órdenes del sacerdocio y sus correspondientes oficios: el sacerdocio menor es el Sacerdocio Aarónico, nombre que recibe de Aarón; y el sacerdocio mayor es el Sacerdocio de Melquisedec, que recibe su nombre de Melquisedec, a quien Abraham pagó el diezmo. El Sacerdocio Aarónico fue restaurado el 15 de mayo de 1829 por Juan el Bautista, y el Sacerdocio de Melquisedec fue restaurado antes de haber transcurrido un mes por los apóstoles de la antigüedad, Pedro, Santiago y Juan, a José Smith y Oliver Cowdery. Por ello los poseedores actuales del sacerdocio afirman tener el poder para actuar en el nombre de Dios por medio del sacerdocio, "el poder que se respeta tanto en el cielo como en la tierra"15. En el Templo de Kirtland, el 3 de abril de 1836, Moisés se apareció a José Smith y a Oliver Cowdery, y les entregó las llaves del recogimiento de Israel. Después, Elías se apareció y entregó la dispensación del Evangelio de Abraham, "diciendo que en nosotros y en nuestra descendencia serían bendecidas todas las generaciones después de nosotros"16. Tras él se presentó Elías el profeta, quien les entregó las llaves de esta dispensación, llaves que incluyen el poder para sellar y atar en el cielo lo que se ate en la tierra en el interior de los templos17. De ese modo, los profetas de dispensaciones anteriores del Evangelio entregaron sus llaves al profeta José Smith en ésta, la "dispensación del cumplimiento de los tiempos", de la que habló el apóstol Pablo a los efesios18. Me siento agradecido por que el Señor consideró establecer nuevamente la ley del diezmo y las ofrendas entre Su pueblo. Cuando guardamos la ley del diezmo, las ventanas de los cielos se abren de par en par para nosotros, y recibimos grandes bendiciones cuando tenemos la fe para observar dicha ley. A lo largo de la historia de la tierra, la adoración en el templo ha sido una parte importante de la devoción de los santos, pues mediante ella muestran su deseo de acercarse más a su Creador. El templo fue un lugar de aprendizaje para el Salvador cuando se hallaba en la tierra; era parte integral de Su vida. Las bendiciones del templo vuelven a estar a nuestro alcance en la actualidad. Algo exclusivo de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la enseñanza que relaciona los templos con la trascendencia eterna de lo que sucede en ellos. Tenemos templos majestuosos y hermosos en gran parte de la tierra, y en ellos se realiza una obra sumamente sagrada. El presidente Gordon B. Hinckley ha dicho de ellos: "Hay muy pocos lugares en la tierra donde las preguntas del hombre sobre la vida reciban respuestas de la eternidad"19. Los solemnes misterios en cuanto a de dónde venimos, por qué estamos aquí y a dónde vamos obtienen una respuesta más plena en los templos. Vinimos de la presencia de Dios y estamos en la tierra para prepararnos para volver a Su presencia. Pero mayor importancia tiene el que, dentro de los templos, los esposos y las esposas realizan convenios eternos sellados por la autoridad del sacerdocio. Los hijos que nacen de esa unión, si son dignos, pueden disfrutar de una relación eterna como parte de una familia y como hijos de Dios. El apóstol Juan escribió: "Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son?… Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo"20. El Señor ha dicho que Su obra consiste en "llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre"21, de lo cual se desprende que toda persona, viva o muerta, tendrá la oportunidad de oír el Evangelio, ya sea en esta vida o en el mundo de los espíritus. Pablo dijo a los corintios: "De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?"22. Por esa razón realizamos ordenanzas en los templos a favor de nuestros antepasados que han fallecido. No por ello se restringe la capacidad de elegir ni el albedrío de nadie. Aquellos por quienes se realiza la obra pueden aceptarla o no, como ellos decidan. El apóstol Juan vio en una visión la época en que un ángel descendería a la tierra como parte de la restauración del Evangelio. Ese ángel fue Moroni, el que se apareció a José Smith y le indicó dónde se hallaban unas planchas de oro con escritos antiguos. José Smith procedió a traducir esas planchas por el don y el poder de Dios, y todo ello se publicó con el nombre del Libro de Mormón. Éste es un registro de dos grupos de personas que vivieron hace siglos en el continente americano. Poco se sabía de ellos antes de la publicación del Libro de Mormón, pero lo realmente importante es que el Libro de Mormón es otro testamento de Jesucristo que ha restaurado preciadas verdades relativas a la Caída, a la Expiación, a la Resurrección y a la vida después de la muerte. Antes de la Restauración, los cielos habían estado cerrados durante siglos, pero con los profetas y apóstoles otra vez sobre la tierra, los cielos se abrieron de nuevo con visiones y revelaciones. Muchas de las revelaciones que recibió José Smith se publicaron en un libro que llegó a conocerse como Doctrina y Convenios, el cual arroja mayor luz sobre los principios y las ordenanzas, y constituye una valiosa fuente de consulta sobre la estructura del sacerdocio. Además, tenemos otro libro de Escrituras: la Perla de Gran Precio. Éste incluye el libro de Moisés, que José Smith recibió por revelación, y el libro de Abraham, que tradujo de un papiro egipcio que había adquirido. Aparte de obtener mucha más información sobre Moisés, Abraham, Enoc y otros profetas, de ambos documentos aprendemos muchos detalles adicionales sobre la Creación. Aprendemos que el Evangelio de Jesucristo se enseñó a todos los profetas desde el principio, incluso desde la época de Adán23. Creemos que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la restauración de la Iglesia original que estableció Jesucristo, que se edificó "sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo"24. Esta Iglesia no procede de la división de ninguna otra iglesia. Creemos que el Evangelio de Jesucristo ha sido restaurado en su plenitud, pero éste no es motivo para que nadie se sienta superior a ningún otro hijo de Dios. Antes bien, ello conlleva una obligación mayor, como es la de aplicar la esencia del Evangelio de Cristo en nuestra vida, a fin de amar, servir y bendecir a los demás. De hecho, tal y como la Primera Presidencia declaró en 1978, creemos que "los grandes líderes religiosos del mundo como Mahoma, Confucio y los Reformadores, al igual que los filósofos como Sócrates, Platón y otros, recibieron una porción de la luz de Dios. Dios les concedió verdades morales para iluminar a naciones enteras y para llevar un mayor nivel de entendimiento a las personas"25. Por ello, respetamos las creencias religiosas sinceras de los demás y apreciamos que se tenga la misma cortesía y respeto por las creencias que nosotros valoramos. Tengo un testimonio personal de la veracidad de los convenios, las enseñanzas y la autoridad restaurados por conducto del profeta José Smith. Esta certeza me ha acompañado toda la vida. Me siento agradecido por que la restauración de la plenitud del Evangelio tuvo lugar en nuestra época, pues en ella se halla el sendero que conduce a la vida eterna. Ruego que nos acompañen la fortaleza, la paz y el interés de Dios el Padre y el amor y la gracia eternos del Señor Jesucristo. En el nombre de Jesucristo. Amén. Notas1. "Declaración de la Primera Presidencia sobre el amor de Dios por todo el género humano", 15 de febrero de 1978. 2. "La Apostasía y la Restauración", Liahona, julio de 1995, pág. 95. 3. 2 Tesalonicenses 2:3; cursiva agregada. 4. Véase Marcos 1:9–10. 5. Véase Hechos 8:14–17; 19:3–6. 6. Véase Mateo 3:17; Hechos 7:55; D. y C. 130:22. 7. Hechos 24:15. 8. Véase Daniel 2:28; Amós 3:7; D. y C. 121:26. 9. Véase Abdías 1:21; Malaquías 4:6; 1 Corintios 15:29; Apocalipsis 7:15. 10. Hechos 3:20–21. 11. Véase Mark E. Petersen, The Great Prologue, 1975, págs. 34–35. 12. Véase William Cullen Bryant, editor, Picturesque America; or, the Land We Live In, 2 tomos, 1872–1874, tomo I, pág. 502; véase también LeGrand Richards, Una Obra Maravillosa y un Prodigio, pág. 26. 13. Apocalipsis 14:6. 14. Véase Efesios 4:11. 15. James E. Talmage, Artículos de Fe, pág. 227. 16. D. y C. 110:12. 17. D. y C. 110:13–16. 18. Efesios 1:10. 19. "Why These Temples?", Temples of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1999, pág.14. 20. Apocalipsis 7:13, 15. 21. Moisés 1:39. 22. 1 Corintios 15:29. 23. Moisés 5:58; 8:19; Abraham 2:10–11. 24. Efesios 3:20. 25. Declaración de la Primera Presidencia, 15 de febrero de 1978. El concepto doctrinal del matrimonio
ÉLDER DAVID A. BEDNAR
Del Quórum de los Doce Apóstoles
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Los buenos cristianos a menudo atribuyen diferentes significados a términos claves del Evangelio, tales como salvo o salvación. Si respondemos de acuerdo con lo que el interlocutor probablemente quiere decir al preguntarnos si hemos sido "salvos", la respuesta debe ser "sí". Si contestamos de acuerdo con los varios significados que damos a las palabras salvo o salvación, la respuesta seguirá siendo "sí" o "sí, pero con ciertas condiciones".
I.
Según entiendo lo que quieren decir los buenos cristianos que se expresan en estos términos, somos "salvos" cuando declaramos o confesamos sinceramente que hemos aceptado a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador personal. Este significado se basa en las palabras que el apóstol Pablo enseñó a los cristianos de su época:
". . .si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
"Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación" (Romanos 10:910).
Para los Santos de los Últimos Días, las palabras "salvo" y "salvación" dentro de esta enseñanza significan una relación actual de convenio con Jesucristo que le permite a uno ser salvo de las consecuencias del pecado, si somos obedientes. Todo Santo de los Últimos Días que sea sincero, es "salvo" conforme a este significado. Hemos sido convertidos al Evangelio restaurado de Jesucristo, hemos pasado por las experiencias del arrepentimiento y del bautismo y renovamos nuestros convenios bautismales al participar de la Santa Cena.
II.
En el uso que hacen los Santos de los Últimos Días de las palabras "salvo" y "salvación", existen, por lo menos, seis significados diferentes. Según algunos de ellos, nuestra salvación está garantizada; ya hemos sido salvos. Según otros, debemos hablar de la salvación dentro del contexto de un acontecimiento futuro (por ejemplo 1 Corintios 5:5) o como algo sujeto a algo que acontecerá más adelante (por ejemplo Marcos 13:13). Pero en todos estos significados o clases de salvación, ésta se logra en Jesucristo y por medio de Él.
Primero, a todos los seres mortales se nos ha salvado de la permanencia de la muerte por medio de la resurrección de Jesucristo. "Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados" (1 Corintios 15:22).
En cuanto a salvarnos del pecado y de sus consecuencias, nuestra respuesta a la pregunta de si hemos sido salvos o no es "sí, pero con ciertas condiciones". Nuestro tercer Artículo de Fe declara nuestro credo:
"Creemos que por la Expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio" (Artículo de Fe Nº 3).
Muchos versículos de la Biblia afirman que Jesús vino a quitar el pecado del mundo (por ejemplo Juan 1:29; Mateo 26:28). En el Nuevo Testamento a menudo se hace referencia a la gracia de Dios y a la salvación por la gracia (por ejemplo Juan 1:17; Hechos 15:11; Efesios 2:8). Pero también menciona muchos mandamientos específicos sobre la conducta personal y sobre la importancia de las obras (por ejemplo Mateo 5:16; Efesios 2:10; Santiago 2:1417). Además de ello, el Salvador enseñó que debemos perseverar hasta el fin para ser salvos (véase Mateo 10:22; Marcos 13:13).
Basados en todas las enseñanzas de la Biblia y en las aclaraciones recibidas por medio de las revelaciones modernas, testificamos que el quedar limpios del pecado mediante la expiación de Cristo está condicionado a la fe del pecador, la cual debe manifestarse mediante la obediencia al mandato del Señor de arrepentirse, bautizarse y recibir el Espíritu Santo (véase Hechos 2:3738). "De cierto, de cierto te digo", enseñó Jesús, "que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Juan 3:5; véase también Marcos 16:16; Hechos 2:3738). Los creyentes que han pasado por este renacimiento requerido bajo las manos de aquellos que tienen la debida autoridad ya se han salvado del pecado condicionalmente, pero no serán salvos definitivamente en tanto no completen su prueba terrenal en conjunto con el proceso continuo que se requiere de ellos del arrepentimiento, la fidelidad, el servicio y la perseverancia hasta el fin.
Algunos cristianos acusan a los Santos de los Últimos Días que responden de esta manera, de negar la gracia de Dios, al afirmar que pueden obtener su propia salvación. Respondemos a tal acusación con las palabras de los profetas del Libro de Mormón. Nefi enseñó: "Porque nosotros trabajamos diligentemente. . . a fin de persuadir a nuestros hijos. . . a creer en Cristo y a reconciliarse con Dios; pues sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos" (2 Nefi 25:23). Y ¿qué es "cuanto podamos"? Por cierto que comprende el arrepentimiento (véase Alma 24:11) y el bautismo, guardar los mandamientos y perseverar hasta el fin. Moroni suplicó: "Sí, venid a Cristo, y perfeccionaos en él, y absteneos de toda impiedad, y si os abstenéis de toda impiedad, y amáis a Dios con toda vuestra alma, mente y fuerza, entonces su gracia os es suficiente, para que por su gracia seáis perfectos en Cristo. . ." (Moroni 10:32).
No nos salvamos en nuestros pecados; en otras palabras, no somos salvos incondicionalmente al confesar a Cristo y después, por naturaleza, cometer pecados a lo largo de la vida (véase Alma 11:3637). Somos salvos de nuestros pecados (véase Helamán 5:10) por medio de una renovación semanal de nuestro arrepentimiento y purificación a través de la gracia de Dios y de Su bendito plan de salvación (véase 3 Nefi 9:2022).
La pregunta de si una persona es salva, a menudo se formula en el sentido de si esa persona ha "vuelto a nacer". El "volver a nacer" es una referencia familiar de la Biblia y del Libro de Mormón. Como dije antes, Jesús enseñó que a menos que un hombre "naciere de nuevo" (Juan 3:3), de agua y del Espíritu, no podrá entrar en el reino de Dios (véase Juan 3:5). El Libro de Mormón contiene muchas enseñanzas sobre la necesidad de "nacer otra vez" o "nacer de Dios" (véase Mosíah 27:2426; Alma 36:24, 26; Moisés 6:59). Según entendemos estos pasajes, la respuesta que damos a la pregunta de si hemos nacido de nuevo es un contundente "sí". Lo hicimos cuando entramos en una relación de convenio con nuestro Salvador al nacer de agua y del Espíritu y al tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo. Y ese renacimiento lo podemos renovar todos los días de reposo al participar de la Santa Cena.
Los Santos de los Últimos Días afirmamos que aquellos que han vuelto a nacer de esta manera son engendrados hijos e hijas espirituales de Jesucristo (véase Mosíah 5:7; 15:913; 27:25). Sin embargo, a fin de recibir la plenitud de las bendiciones de esta condición de volver a nacer, debemos seguir honrando nuestros convenios y perseverar hasta el fin. Mientras tanto, mediante la gracia de Dios, hemos vuelto a nacer como nuevas criaturas con una nueva paternidad espiritual y las perspectivas de una herencia gloriosa.
Otro significado de salvarnos es el ser salvos de las tinieblas debido a la falta de conocimiento que se pueda tener respecto de Dios el Padre y de Su Hijo Jesucristo, del propósito de la vida y del destino del hombre y de la mujer. El Evangelio que nos es dado a conocer por medio de las enseñanzas de Jesucristo nos brinda este tipo de salvación. "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12; véase también Juan 12:46).
Para los Santos de los Últimos Días, el ser "salvos" también puede querer decir ser salvos o rescatados de la segunda muerte (o sea la muerte espiritual final) gracias a la seguridad de un reino de gloria en el mundo venidero (véase 1 Corintios 15:4042). Así como la Resurrección es universal, afirmamos que todo ser que haya vivido sobre la faz de la tierra--a excepción de unos pocos--tienen asegurada la salvación en este sentido. Como leemos en la revelación moderna:
"Y éste es el evangelio, las buenas nuevas. . .
"Que vino al mundo, sí, Jesús, para ser crucificado por el mundo y para llevar los pecados del mundo, y para santificarlo y limpiarlo de toda iniquidad;
"para que por medio de él fuesen salvos todos aquellos a quienes el Padre había puesto en su poder y había hecho mediante él;
"y él glorifica al Padre y salva todas las obras de sus manos, menos a esos hijos de perdición que niegan al Hijo después que el Padre lo ha revelado" (D. y C. 76:4043; cursiva agregada).
El profeta Brigham Young enseñó esa doctrina cuando declaró que "toda persona que no pierda el día de gracia por causa del pecado ni se convierta en uno de los ángeles del Diablo será levantada para heredar un reino de gloria" (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Brigham Young, 1997, pág. 302). Este significado de la palabra "salvo" ennoblece a la totalidad de la raza humana por medio de la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. En este sentido del término, todos deberíamos responder: "Sí, he sido salvo. ¡Gloria a Dios por el Evangelio y el don y la gracia de Su Hijo!".
Por último, en otro contexto familiar y singular entre los Santos de los Últimos Días, los términos salvo y salvación se emplean también para denotar la exaltación o vida eterna (véase Abraham 2:11). Algunas veces se le llama a esto la "plenitud de la salvación" (véase Bruce R. McConkie, The Mortal Messiah, 4 tomos, 19791981, 1:242). Esta salvación requiere más que el arrepentimiento y el bautismo mediante la debida autoridad del sacerdocio. También requiere que se efectúen convenios sagrados, entre ellos el matrimonio eterno en los templos de Dios, así como el ser fieles a esos convenios mediante la perseverancia hasta el fin. Si usamos la palabra salvación para referirnos a "exaltación", resultaría prematuro que una persona dijera que ha sido "salva" en la vida terrenal. Ese glorioso estado se alcanzará únicamente después del juicio final ante Aquel que es el Gran Juez de vivos y muertos.
Hice la sugerencia de que la sencilla respuesta a la pregunta de si un fiel miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha sido salvo o ha nacido de nuevo, debe ser un ferviente "sí". Nuestra relación de convenio con nuestro Salvador nos coloca en esa condición de ser "salvos" o "nacidos de nuevo" a la que se refieren quienes formulan la pregunta. Algunos profetas contemporáneos también han usado los términos "salvación" o "salvos" en ese mismo tiempo presente. El presidente Brigham Young declaró:
"La salvación presente y la presente influencia del Espíritu Santo es lo que necesitamos a diario para mantenernos en el estado de ser salvos. . .
"Yo quiero la salvación presente. . . La vida es para nosotros y es para que la recibamos hoy sin tener que esperar hasta el Milenio. Vivamos de tal manera que podamos ser salvos hoy" (Discourses of Brigham Young, selec. John A. Widtsoe, 1954, págs. 1516). El presidente David O. McKay habló del Evangelio revelado de Jesucristo en el mismo tiempo presente de "salvación aquí; aquí y ahora" (Gospel Ideals, 1953, pág. 6).
III.
Habré de terminar analizando otra importante pregunta que se nos hace a los miembros y líderes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: "¿Por qué envían misioneros a predicar a otros cristianos?". Algunas veces esto se pregunta con curiosidad y otras con resentimiento.
Mi experiencia más memorable con esa pregunta la tuve hace algunos años en la región que entonces conocíamos como la Europa soviética. Tras muchos años de hostilidad comunista hacia la religión, a esos países se les dio, en forma repentina y milagrosa, una cierta medida de libertad religiosa. Cuando esas puertas se abrieron, muchas denominaciones cristianas enviaron a sus misioneros. Como parte de nuestra preparación para esa empresa, la Primera Presidencia mandó a miembros del Quórum de los Doce Apóstoles a reunirse con dignatarios gubernamentales y religiosos de esas naciones. Nuestra asignación era presentarnos y explicar lo que harían nuestros misioneros.
El élder Russell M. Nelson y yo visitamos al líder de la Iglesia Ortodoxa de uno de esos países. Se trataba de un hombre que había contribuido a mantener viva la luz del cristianismo a lo largo de las obscuras décadas de represión comunista. Lo describí en mi diario como un hombre cálido y amable que me impresionó como un siervo del Señor. Menciono esto para que no vayan a pensar que había el más mínimo espíritu de arrogancia o animosidad en nuestra conversación de casi una hora. El encuentro fue agradable y cordial, pleno del espíritu de buena voluntad que siempre debe caracterizar las conversaciones entre hombres y mujeres que aman al Señor y procuran servirle, cada cual según su propio entendimiento.
Nuestro anfitrión nos habló de las actividades de su iglesia durante el período de represión comunista; describió las varias dificultades que su iglesia y su obra estaban experimentando al emerger de ese período y al tratar de recobrar su antigua posición en la vida del país y en el corazón de la gente. Después de presentarnos le hablamos de nuestras creencias básicas; explicamos que en poco tiempo habríamos de empezar a enviar misioneros a ese país y le expusimos cómo habrían ellos de llevar a cabo sus responsabilidades.
Él preguntó: "¿Predicarán sus misioneros sólo a los no creyentes o tratarán de predicarles también a quienes creen?". Le respondimos que nuestro mensaje era para todos: creyentes y no creyentes por igual. Le dijimos que existían dos razones fundamentales para ello: una basada en el principio y la otra en el aspecto práctico. Le explicamos que predicábamos tanto a creyentes como a no creyentes porque nuestro mensaje, el Evangelio restaurado, constituye un importante agregado al conocimiento, a la felicidad y a la paz de toda la humanidad. Desde el punto de vista práctico, predicamos a los creyentes así como a los no creyentes porque no podemos diferenciar entre los unos y los otros. Recuerdo que le pregunté a ese distinguido líder: "Cuando usted se pone de pie frente a una congregación y observa los rostros de la gente, ¿puede advertir alguna diferencia entre los que son creyentes y los que no lo son?". Sonrió irónicamente y percibí una cierta admisión de su parte de que había comprendido mi observación.
Por medio de misioneros y miembros, el mensaje del Evangelio restaurado está llegando a todo el mundo. A quienes no son cristianos, testificamos de Cristo y compartimos las verdades y las ordenanzas de Su Evangelio restaurado. Con los cristianos hacemos lo mismo. Aun si un cristiano ha sido "salvo", en el sentido familiar que hemos tratado antes, le enseñamos que aún queda más por aprender y por vivir. Como dijo recientemente el presidente Hinckley: "No discutimos ni debatimos. Simplemente les decimos: 'Traigan todo lo bueno que ya poseen y veamos si podemos agregar algo más a ello'" ("The BYU Experience", reunión espiritual en la Universidad Brigham Young, 4 de noviembre de 1997).
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ofrece a todos los hijos de Dios la oportunidad de aprender la plenitud del Evangelio de Jesucristo tal cual fue restaurado en estos días postreros. Ofrecemos a todos el privilegio de recibir todas las ordenanzas de salvación y exaltación.
Invitamos a todos a escuchar este mensaje y extendemos una invitación a todos cuantos reciban un testimonio confirmatorio del Espíritu a que le presten atención. Estas cosas son verdaderas, lo testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.